Biografía

El hermano Gregorio Boleslaw Frackowiak nació el día 18 de julio de 1911 en Owecice cerca de Jarocin en la región de Wielkopolska (Polonia). Sus padres, Andrzej y Zofia, poseían una granja de medianas dimensiones. Boleslaw fue el octavo de nueve hijos. En la familia nacieron ocho varones y tres chicas. Dos de ellas murieron siendo pequeñas.

Recibió el bautismo en la iglesia parroquial en Cerekwica. Acudía a las clases en la escuela primaria en Wojciechowice. No quiso estudiar alemán, pero en la escuela polaca le iba muy bien. En la casa no ayudaba mucho en los trabajos puesto que con otros niños continuamente organizaba oraciones, celebraciones, predicaba, rezaba y repartía la comunión. Lo hacía todo con mucha seriedad, que no parecía que fuese un juego. Desde luego fue un monaguillo ejemplar, la mano derecha del párroco, especialmente después de hacer la Primera Comunión. Cuando creció le daba vergüenza ayudar de monaguillo con los más pequeños, pero los sustituía con mucho gusto cuando hacía falta. Tenía la costumbre de confesarse todos los meses y comulgar. Siendo niño hacía crucecitas y figuritas de barro, luego las secaba en la chimenea y repartía.

Los domingos y días festivos su padre tenía la costumbre de hacer preguntas acerca del contenido de la homilía. A Bolek no le preguntaba, pues él siempre quería repetir el sermón entero. Después de las clases le gustaba visitar el cercano pueblo de Bruczkow, donde Wanda Koczorowska llevaba un orfanato. Cuando en 1927 en Bruczkow se instalaron los Misioneros del Verbo Divino sus padres, siguiendo el consejo del párroco, lo matricularon en el Seminario Menor. El bajo nivel de enseñanza en su escuela primaria no le abría grandes posibilidades. Además, el ritmo de estudio en el Seminario era intensivo para los mayores. Se le aconsejó realizar su vocación como Hermano religioso. Fue admitido en Gorna Grupa cerca de Grudziadz, donde los verbitas tenían el postulantado y el noviciado para los Hermanos.

Después de un año de postulantado, recibió el 8 de septiembre de 1930 el hábito y un nuevo nombre: Grzegorz (Gregorio). Fue el novicio más fervoroso y después de dos años profesó los primeros votos. En la imprenta aprendió a encuadernar y luego desempeñaba este servicio para todo el seminario. Trabajaba con mucho esmero. Transmitió sus conocimientos de encuadernación a varios alumnos. Se lo veía sonriente, muy servicial, le gustaba mucho ayudar en la sacristía, especialmente en el adorno de los altares. Ayudaba también en la cocina y en la portería, donde con mucha dedicación ayudaba a los necesitados. Solía decir que era el mismo Cristo que venía y había que tratarlo con amor. De aquellos tiempos se conservaron sus apuntes con las oraciones y prácticas piadosas titulados: “Los ejercicios espirituales cotidianos” y “Los ejercicios espirituales”. Son unas recopilaciones de oraciones ajenas. Algunas son suyas, especialmente a la Virgen Inmaculada y a San José. De entre las prácticas de la vida religiosa destacaba por su dedicación a “Las oraciones del cuarto de hora”. El inicio de esta oración: “Dios mío, creo en ti…” reflejaba en su boca una fe auténtica. Como era agradable, educado y muy natural, se ganó el respeto de los miembros de la comunidad y especialmente de los alumnos que acudían a él en busca de consejo. Esperaba la profesión perpetua con ilusión y decía que “No solo de corazón pero también por escrito perteneceré por entero a la Congregación y a sus ideales”. El gran momento llegó el 8 de septiembre de 1938. En el informe previo a la profesión el maestro de noviciado el P. Jan Ginczel lo describió como un religioso ejemplar.

El tiempo de la guerra lo afrontó como todos los demás. Tan sólo más tranquilo y reflexivo de lo normal. Se consolaba diciendo que todo está en las manos de Dios. Se afianzaba en este convencimiento y se lo transmitía a los demás, incluso en el momento cuando en la fiesta de Cristo Rey, el día patronal, la Gestapo transformó el seminario en cárcel para los clérigos de la zona y para la comunidad. A los Hermanos se les permitió abandonar el convento. Sin embargo, él prefirió quedarse para ayudar a los sacerdotes encarcelados. En febrero, después de la evacuación de todos los sacerdotes, él también tuvo que abandonar Gorna Grupa. Se instaló en la casa de su hermano en Poznan, pero al no tener la posibilidad de empadronarse, tuvo que abandonar la ciudad. Se fue entonces a su pueblo natal Owecice. Allí empezó su callada actividad. En comunicación con el P. Giczel SVD, que por aquella época era párroco en el cercano pueblo de Rusk y con el consentimiento del párroco local, enseñaba catecismo a los niños dos veces a la semana y les preparaba para la Primera Comunión. Visitaba a los enfermos y ancianos, les hablaba de Dios y de la Virgen Santísima. Cuando el 7 de octubre de 1941 la Gestapo arrestó al P. Giczel y lo llevó al campo de concentración, toda la responsabilidad por el Santísimo, que los nazis habían tirado del copón y dejado en la mesa, recayó sobre el Hno. Gregorio. Durante ese tiempo vivía en la casa del organista y allí llevó el Santísimo. Allí acudieron varias personas y en las horas que quedaban del día y por la noche, adoraban al Señor. Por la mañana el Hno. Gregorio repartió la comunión. Guardó una parte que luego llevó a los enfermos y a los ancianos. También bautizó a algunos niños. La gente recuerda que lo hacía con devoción y sentimiento.

Martirio

En Jarocin se corrió la voz que el Hno. Gregorio era encuadernador e inmediatamente recibió la orden de trabajar en una imprenta. Para mantener el ánimo de la gente, empezó a distribuir una publicación clandestina llamada “Para tí, Polonia”. La Gestapo dio con la pista de esta actividad y empezaron los encarcelamientos. El Hno. Gregorio había dejado de colaborar en el reparto de esta publicación hacía ya un año. Había hablado de ello con su cohermano, el P. Kliczka, quien le desaconsejó tajantemente esa actividad. El mismo P. Kliczka escribe sobre el Hno. Gregorio lo siguiente: “Nuestro hermano Gregorio Franckowiak me visitó en Broszowice el día anterior a su encarcelamiento. Podía haber huido, pero me preguntó si podría cambiarse por los que habían sido encarcelados en Jarocin por causa de las publicaciones. Le respondí que esto era un acto heroico y dependía de sus fuerzas. Después de confesarse y recibir la comunión se fue. Al día siguiente ya estaba en la cárcel donde algunos, incitados por él, le echaban la culpa y quedaban libres. Lo que las autoridades querían era un “chivo expiatorio” para vengarse”.

De la cárcel de Jarocin fue trasladado con los que quedaban al Fuerte VII en Poznan. Su hermano escribe: “Le llevé un paquete. Él también mandó uno: un reloj roto, un rosario despedazado, un poco de ropa rasgada y ensangrentada, muy ensangrentada… En dos ocasiones le llevé cosas. A la tercera, ya no aceptaron el paquete porque mi hermano ya no estaba”. Su hermano recuerda aun las palabras de Gregorio: “Pienso que el tío (Wincenty) está en casa. Que se mantenga firme, pues lo delataron igual que a mí. Pero yo cargué con la responsabilidad. Si yo muero, estoy solo. En cambio, él tiene esposa e hijos”.

El Hno. Gregorio no delató a nadie y de este modo defendió a su hermano y a los demás. Reveló los apellidos de dos personas de las que sabía que anteriormente reconocieron su participación.

La ruta de su martirio iba por Jarocin, Sroda, Fuerte VII (hasta el final del año). En la última etapa llegó a Dresno. Los compañeros de la celda (Walenty y Antoni Kaczmarek) recuerdan como el Hermano dirigía diariamente el rosario y otras oraciones. Al comienzo, los alemanes lo trataron como a los demás. Sin embargo, cuando encontraron una medalla cosida en el interior de la gorra y se dieron cuenta de que él era religioso le amargaban la vida de un modo especial. Él no se defendía, estuvo muy tranquilo y paciente… Lo llevaron a torturar a la Casa del Soldado en Poznan. Lo colocaron en un aparato de tortura y le pegaban, especialmente, en los tendones… Le preguntaban por las publicaciones clandestinas y, al no recibir ninguna respuesta, le volvían a pegar con crueldad, sobre todo por ser religioso.

En Drezno recibió la sentencia de muerte. Fue decapitado el 5 de mayo de 1943. Unas horas antes de morir escribió una carta a su familia que vale la pena citar: “Queridos míos, por última vez desde este valle de lágrimas os escribo esta carta. Cuando la recibáis yo ya no estaré en este mundo. Hoy, miércoles 5 de mayo de 1943 a las 6.15 de la tarde seré decapitado. Rezad por mí un “Dale, Señor, la paz eterna”. En cinco minutos estaré frío, pero eso no importa, no lloréis, sino que rezad por mi alma y por las almas de nuestros seres queridos. Saludaré de vuestra parte al Padre y a todos mis parientes. A mamá no sé cómo se lo debéis comunicar: si fui ejecutado o simplemente morí. Haced como os parezca oportuno. Tengo la conciencia tranquila y por eso os escribo. Os saludo a todos y os espero al lado de Dios. Saludo a los hermanos en Bruczkow y a todos mis conocidos. Que Dios os bendiga. Sed buenos católicos. Os pido que me perdonéis. Me da pena mi querida anciana madre. Quedaos con Dios. Hasta pronto en el cielo. Después de la guerra, devolved mis hábitos a Bruczkow”.

En la memoria de los cohermanos mayores el Hno. Gregorio quedó hasta el día de hoy como una excelente persona y religioso del Verbo Divino. Hizo gala del amor más grande, porque dio su vida por los demás.

Fue beatificado por Juan Pablo II el día 13 de junio de 1999 junto con 108 otros Martyres de la Segunda Geurra Mundial.