
El Papa Francisco fue testigo de la luz de Cristo resucitado. Su vida encendió en nosotros la esperanza del Evangelio: vivir con alegría, servir con humildad y caminar como hermanos.
El mismo año en que fue elegido Sucesor de Pedro, recibí la gracia de la
ordenación sacerdotal. Desde entonces, su palabra y su testimonio han
iluminado mi camino, animándome a vivir la amistad con Dios y a anunciar con gozo al Resucitado.
Como homenaje agradecido, deseo resaltar tres huellas que marcaron
profundamente su ministerio:
1. Humildad y cercanía
Fue un buen pastor compasivo. Escuchó, abrazó, caminó con su pueblo. Fue el rostro de la ternura y la misericordia de Dios.
2. Profeta de la fraternidad
Sembró puentes, derribó muros, y nos llamó a vivir como resucitados: en
unidad, justicia y paz.
3. Servidor fiel de la Iglesia
Impulsó una Iglesia viva, en salida, transformada por la alegría del
Evangelio. Papa Francisco nos enseñó que la cruz es todo un Evangelio. En ella reconoció el amor sin medida y la fuerza del perdón. Desde la cruz hasta la luz del Resucitado, vivió el Evangelio con fidelidad y pasión.
Volver a Galilea
“Allí me verán” (Mt 28,10). Francisco nos recordó volver al origen: a Jesús,
al amor primero, a la misión.
Con María hacia la misión
María, Madre de la Iglesia, lo acompaña al descanso eterno. Ella nos impulsa a caminar sin demora, como testigos del Resucitado.
A modo de conclusión
Francisco vivió el Evangelio.
Todo se ha cumplido (cf. Jn 19,30).
Fue testigo de la cruz y de la luz. Q.E.P.D.