Lc 1, 46-56
En aquel tiempo María dijo entonces: Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz.
El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí: ¡Santo es su Nombre! Muestra su misericordia siglo tras siglo a todos aquellos que viven en su presencia. Dio un golpe con todo su poder: deshizo a los soberbios y sus planes. Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su siervo, se acordó de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a sus descendientes para siempre.
María se quedó unos tres meses con Isabel, y después volvió a su casa.
La celebración de la fiesta de navidad me hace recordar siempre momentos hermosos en la familia. Al comenzar mi formación en el seminario hace 20 años, ya no he tenido la oportunidad para celebrar la navidad con mi familia propia. Sin embargo, por la gracia de Dios, he logrado celebrar cada año la navidad con otras familias en diferentes países como: Chile, Bolivia, España… etc. En todas esas celebraciones hay algunos rasgos que me llama la atención. Quiero presentar tres claves que hizo que la celebración sea inolvidable para mi, tanto en Ghana como en otros países.
En primer lugar, es la costumbre de visitar a los miembros de la familia, los parientes y los amigos. A la luz del evangelio, esta costumbre remite la actitud misionera de ser discípulos llamados a salir al encuentro con los demás: al estilo de María que se encaminó presurosa para visitar a su prima Isabel.
En segundo lugar, la navidad en Ghana se celebra alrededor de la mesa con la familia y los amigos. La “mesa” simboliza amistad, unión, fraternidad, solidaridad y reconciliación. Es un momento, no solo para comer y beber sino para compartir nuestras experiencias de alegrías y tristezas. La actitud básica en este encuentro es una escucha atenta y compasiva, uno al otro.
En tercer lugar, la navidad hace todo nuevo. Como niños recibimos regalos y andamos con zapatos nuevos, ropas nuevas…. Además, hay nuevas decoraciones en la casa. La navidad nos recuerda que pronto comenzaremos también el año nuevo, aunque ya hemos comenzado el año nuevo litúrgico, primer domingo de adviento. Esperáremos el año nuevo con entusiasmo y alegría. Al celebrar la navidad estamos renovados de una manera interna y externa. Interiormente el niño Jesús ha nacido en nuestros corazones, y, hace todas las cosas nuevas. Por
ello, la navidad implica también una vida nueva con Dios, el que siempre está con cada familia y cada uno de nosotros, sin importar la nacionalidad, el pueblo, la raza y la cultura. Pues, su nombre es Emmanuel Dios con nosotros.