Nombre y Misión

Lc 1,57-66
Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”.
Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados.
En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.
Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos, y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.

En todas las culturas de Ghana, hay un hilo conductor que atraviesa la
importancia de los nombres que llevamos. Los nombres no solo son para
identificarnos sino más bien significa, la misión que debemos llevar. En nuestro nombre está nuestra misión. El día en que recibiremos nuestro nombre, varía entre culturas, mayormente, es en el octavo día después del nacimiento: el bebé sale por primera vez públicamente para recibir su nombre.

En esta celebración, los valores humanos y morales están bien presentes, por ejemplo: la fidelidad, honestidad, etc. por medio de imágenes y símbolos. Se hace la diferencia entre la sal y el azúcar, la bebida alcohólica y el agua. Se enseña al bebé que debe decir la verdad en todo momento, cuando saborea la sal debe decir que es sal y cuando saborea el azúcar, debe decir que es azúcar. Aunque aparentemente se parecen.
Los padres del niño/a nacido, son responsables de buscar un nombre
apropiado para el niño, incluso el significado que remite a la vez, la misión
del niño. Además, el día en que nació también tiene un nombre. Por ejemplo, un niño nacido el viernes se llama “Kofi”.

Cada criatura ha nacido para un destino y una misión. La misión de hacer el bien. Cumplir con la voluntad de Dios. Lo humano está inmerso en lo divino porque el hombre es criatura de Dios. Por esta misma razón el número 22 de la constitución Pastoral Gaudium et spes del Concilio Vaticano II dice: “La verdad es que sólo en el misterio del Verbo encarnado se esclarece el misterio del hombre”.

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