Natividad del Señor

La Gracia de Dios Se Encarna

Queridos hermanos y hermanas. Hoy y esta noche estamos de gozo por que la gracia de Dios se encarna. La Navidad nos recuerda la llegada al mundo de Jesucristo en un cuerpo humano. Sin embargo, a un nivel más profundo, esta fiesta de la Natividad celebra los actos de poder de un Dios misericordioso y bueno que trabaja para su pueblo. La liturgia de la noche de Navidad revela que el nacimiento de Jesús es de hecho un gesto incomparable de la gracia de Dios que se manifiesta en la encarnación de su hijo.

El evangelista Lucas comienza situando este nacimiento en el contexto histórico de la Palestina ocupada por el Imperio Romano. César Augusto, el emperador, había ordenado un censo universal.

Tales censos fueron llevados a cabo por razones financiero. Lucas informa que este censo resultó en un desplazamiento masivo de población, ya que la gente tuvo que ir a su ciudad de origen. Estas circunstancias son similares a los descritos por Isaías en la primera lectura: el Mesías iba a nacer a la sombra de un imperio que oprimía al pueblo y él interrumpió la vida por su violencia y sus abrumadoras demandas en cuestiones fiscales.

Pero es precisamente en este ambiente hostil que Dios interviene en la historia. Al decretar el censo, César Augusto obliga a María y a José a ir a Belén.

Entonces Jesús nacerá en la ciudad donde iba a nacer el Mesías de Israel. Ironía del destino, ya que el emperador romano ¡Sirve sin saberlo al plan divino! En la lógica del cumplimiento de la profecía de Isaías, un ángel aparece a los pastores, portador de un mensaje según lo cual nació el Mesías. Al igual que en la profecía, el Mesías es un niño acostado humildemente en un pesebre. Una humilde apariencia y un estatus social tan bajo que puede decepcionar. Pero cuando las criaturas angelicales cantan las alabanzas de Dios y proclamen que su paz a llegado en la tierra, dejan entender que este niño, Jesús, es el “Príncipe de la Paz”.

Él es quien hará llegar el reino de Dios. Los Ángeles afirman también que esta paz vendrá a descansar en “los hombres a quien Él (Dios) ama”. En Jesús, niño humilde acostado en el pesebre reside la manifestación de la gracia de Dios. ” Gracias de Dios”, cabe señalar, es un sinónimo de “favor / amor de Dios “, que se conceda a la humanidad a través de la mediación del niño recién nacido. El advenimiento de Jesús en este mundo marca el comienzo de la restauración de la humanidad. Una restauración que es obra de gracia divina obrando a través de Jesús, el Mesías.

La Liturgia de la Natividad, mientras nos invita a regocijarse en el nacimiento de un niño, conmemora la obra suprema de la gracia de Dios que se extiende por el mundo. Esta gracia tiene por objetivo la restauración, redención y salvación definitiva para la humanidad. El nacimiento de Jesús marca el comienzo de la obra del Mesías y Salvador quien va a transformar el mundo e historia humana.

A través de Jesús, la gracia divina es repartida por el mundo. De hecho, Jesús es la gracia de Dios que es encarnado. Su venida trae paz a los que lo reciben, porque él es verdaderamente la gracia divina rendida tangible en forma humana.

La encarnación de la gracia de Dios quiere decir que ahora en Cristo, tenemos acceso a todas las bendiciones que el cielo tiene en reserva para nosotros.

Estas bendiciones no tienen nada efímero y no se desgasta bajo el efecto del tiempo. No tienen precio hemos recibido el don de la salvación.

Sí, porque es navidad, es una vida nueva que se nos da.

La fiesta de la Natividad nos recuerda que Dios no nos dejó tantear en la oscuridad. En Cristo hemos encontrado la luz que nos saca de la oscuridad. Tal evento nos tiene que llenar de alegría. El Ángel dijo a los pastores: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo»

Celebrar la Navidad no es vivir una ritual sin sentido. Al contrario, hacemos recuerdo de lo más profundamente importante, en el amor del Señor para nosotros. La gracia de Dios se ha encarnado, tanto para decir que se convirtió en tan cerca de todos nosotros que nadie debe nutrir un sentimiento de desesperación.

Se nos ofrece ayuda a todos si queremos o desearíamos acogerla. Un africano, San Agustín, dice con toda razón que “Dios es más íntimo para nosotros que Nosotros mismos”.

Esta es la esencia de la encarnación. La Navidad es, por tanto, un momento inolvidable en la historia de la humanidad porque el nacimiento de cristo ha cambiado todo rumbo en bien para siempre. Así es como puede ser este día llamado el día más feliz en la vida y la historia de humanidad.

Examínese:

¿Cómo me he preparado para esta celebración navideña?

¿Mi preparación reflejó la dimensión espiritual de esta fiesta?

Que el nacimiento de Cristo nos llene de inmensa alegría. Que confirme nuevamente nuestra fe que en Él tenemos acceso a la salvación. Que esta celebración de la Natividad nos ayude para profundizar nuestro amor hacia Dios y hacia los demás especialmente nuestras familias.

 

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