Segundo Día

* Convivencia Vecinal *

En “San Ignacito” (diminutivo de San Ignacio), un pueblo de las inmensas
llanuras de las misiones en la gran Chiquitania, aconteció esta historia.
En este pueblo, de unas 10 mil personas, vivía la familia de don Juan Graciano y de doña María Tomasa, tenían 11 hijos y convivían en uno de los barrios del pueblo llamado “Pueblo Nuevo”; como muchos, ellos habían migrado del campo al poblado en busca de un futuro mejor para sus hijos. Al venir de una vida campesina marcada por un fuerte valor cultural que es esencialmente comunitario, teniendo como base la experiencia cristiana heredada de las reducciones jesuíticas, ellos continuaron transmitiendo estos valores a sus hijos y nietos.
Es así que Don Juan Graciano y doña María Tomasa educaban a sus hijos en el respeto y la sana convivencia con los vecinos del barrio, y no lo hacían con discursos o sermones, pues eran personas sencillas y humildes con un gran corazón y sentido común. De modo que, un día, en que uno de sus hijos – Josesito – cumplía un año más de vida, doña María Tomasa sacrificó unos cuantos pollos que habían criado, para celebrar en familia. Cuando todo estaba ya listo para el almuerzo, ella llamó a tres de sus hijos y les entregó a cada uno de ellos un buen plato de la comida preparada para que llevaran a los vecinos más cercanos, los niños comprendidos entre los 12, 10 y 8 años no entendían muy bien esto pero tenían que obedecer a sus padres, fueron y entregaron la comida a los vecinos y solo cuando volvieron y estaban todos juntos se sentaron a la mesa para celebrar en familia. Esto se repetía en todas las familias, también llegaban de vez en cuando los platos de comida a la casa de ellos. Así crecían los niños aprendiendo en la práctica los valores del compartir y la solidaridad. Este hecho de vida ilustra la vida cotidiana de la mayoría de estos pueblos en donde se vive y se respira un ambiente de paz basado en el respeto y trato justo de las personas.

Sal 72, 1-19

Concede, Señor, tu justicia al rey
y tu rectitud al descendiente de reyes, para que gobierne a tu pueblo con justicia y a tus pobres con rectitud.
Que las montañas traigan al pueblo la paz, y las colinas, la justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo, socorra a los hijos de los pobres.
Porque él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado.
Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes.
Que en sus días florezca la justicia
y abunde la paz, mientras dure la luna; que domine de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra.
Que perdure su nombre para siempre
y su linaje permanezca como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos y todas las naciones lo proclamen feliz.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas.
Sea bendito eternamente su Nombre glorioso y que su gloria llene toda la tierra.

El salmo 72, con el cual comenzamos hoy nuestro encuentro, es una oración pidiendo por el rey, para que reine según los designios de Dios.
Hoy no tenemos rey, pero ese deseo y pedido del salmista se puede aplicar a todo aquel que tenga algún liderazgo, no solo a nivel de país, sino a todo nivel.
A nivel macro y a nivel micro. Nosotros como fieles seguidores de nuestro Señor Jesús, el “Líder por excelencia”, debemos esforzarnos en concretizar sus enseñanzas y ser luz en medio de nuestras diversas realidades.
Uno de esos lugares por excelencia para poner en práctica un nuevo liderazgo a la luz del evangelio siempre ha de ser la familia. Es allí donde se ponen las bases de la convivencia humana, es allí donde los hijos aprenden los valores guiados por sus padres en primer lugar, los niños aprenden viendo a sus padres: “no prediques porque ellos te están viendo”, así como enseñaron don Juan Graciano y doña María Tomasa a sus hijos los valores de solidaridad y respeto, no con discursos sino con hechos concretos.

❁ ¿Quiénes son los verdaderos educadores de los niños y jóvenes?
❁ ¿Cómo deben educar los padres a sus hijos en la justicia y la paz?

✎ ¿Qué compromiso concreto cotidiano puedo asumir en este
tiempo de Adviento (en mi familia, vecindario)? ¿Sabría hacer
algún bien sin que los otros se den cuenta que soy yo?
✎ (para niños): Colocamos en nuestro pesebre la primera imagen –
la de San José…

“El amor implica entonces algo más que una serie de acciones benéficas. Las acciones brotan de una unión que inclina más y más hacia el otro considerándolo valioso, digno, grato y bello, más allá de las apariencias físicas o morales. El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la mistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos.”
 Fratelli tutti, No. 94

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